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domingo, 18 de noviembre de 2012

REGLAS DE ACENTUACIÓN



1. Reglas generales

Llevan tilde:     
  • Las palabras agudas que acaban en vocal, -n o -s: sofá, sillón, cafés.          
  • Las palabras graves que no acaban en vocal, -n o -s: césped, mármol, López.
  • Todas las palabras esdrújulas y sobresdrújulas: lí­quido, entregúeselo.
2. Acentuación de diptongos y triptongos

2.1. Definición de diptongo y triptongo

Diptongo:
  • Vocal abierta (/a/, /e/, /o/) seguida o precedida de vocal cerrada átona (/i/, /u/): cantabais, afeitar, siento, pie, hoy, guion, aupar, acuario, anticuado, reunir, dueño, estadounidense, antiguo.
  • Dos vocales cerradas distintas (/i/, /u/): triunfo, excluido, diurno, huir, viuda, ruido.
Triptongo: secuencia formada por una vocal abierta entre dos vocales cerradas átonas: confiáis, actuáis, puntuéis, miau.

2.2. Reglas de acentuación de diptongos y triptongos

  • Si, según las reglas generales, el acento recae en una sílaba que lleva diptongo, la tilde ha de escribirse sobre la vocal más abierta: miráis, huésped, vuélvase.
  • Si el diptongo es ui o iu, la tilde se coloca sobre la úl­tima vocal: benjuí, cuída­te.
  • Si, según las reglas gene­rales, el acento recae en una sílaba que lleva triptongo, la tilde ha de escribirse tam­bién sobre la vocal más abierta: averiguáis, santi­guáis.
3. Vocales en hiato

            Si dos vocales van en hia­to (es decir, juntas, pero sin formar diptongo: reo, leas) se aplican estas reglas:
  • Lleva tilde la vocal a la que corresponda llevarla según las reglas genera­les expuestas arriba: le-ón, -az, co-á-gu-lo.
  • Pero si la vocal tónica es i o u, llevará tilde, aunque no le corresponda llevar­la según esas reglas. Así, la palabra sonreír es agu­da acabada en r: no ten­dría, pues, que llevar til­de. Pero como su vocal tó­nica es i, y está en hiato con la e anterior (son-re-ír), escribimos la tilde de acuerdo con la regla que estamos exponiendo. Y lo mismo sucede con estas palabras: caída, leído, reúno, transeúnte, vahído, barahúnda, etc. Esta importantísima regla tiene una excepción: cuando las vocales en hia­to son u - i, no ponemos tilde: jesuita, destruir.
4. Eliminación de la tilde en palabras con diptongos o triptongos ortográficos, del tipo guion, truhan, fie, liais, etc. (Ortografía de 2010, RAE)

            Al no existir uniformidad entre los hispanohablantes en la manera de pronunciar muchas secuencias vocálicas, se hace necesario establecer ciertas convenciones que fijen qué combinaciones deben considerarse siempre diptongos o triptongos y cuáles siempre hiatos a la hora de aplicar las reglas de acentuación gráfica, en busca de la unidad en la escritura del idioma en todos los lugares en los que se habla.
            Como consecuencia de la aplicación de estas convenciones, un grupo limitado de palabras agudas, terminadas en -n, -s o vocal, que hasta ahora se habían escrito con tilde por resultar bisílabas en la pronunciación de una parte de los hispanohablantes (que articulan con hiato las combinaciones vocálicas que contienen), pasan a considerarse ahora monosílabas a efectos de acentuación gráfica, de acuerdo con la pronunciación de otra parte de los hispanohablantes (que articulan esas mismas combinaciones como diptongos o triptongos), y a escribirse, por ello, sin tilde, ya que los monosílabos no se acentúan gráficamente, salvo los que llevan tilde diacrítica.
            Las palabras afectadas por este cambio son:
  • Formas verbales como crie, crio, criais, crieis (hasta ahora *crié, *crió, *criáis, *criéis) y las de voseo (solo en las zonas de América donde se produce este fenómeno) crias, cria (de criar, hasta ahora *criás y *criá); fie, fio, fiais, fieis (hasta ahora *fié, *fió, *fiáis, *fiéis) y las de voseo (solo en las zonas de América donde se produce este fenómeno) fias, fia (de fiar, hasta ahora *fiás y *fiá); flui, fluis (de fluir, hasta ahora *fluí y *fluís); frio, friais (de freír, hasta ahora *frió y *friáis); frui, fruis (de fruir [«gozar»], hasta ahora *fruí y *fruís); guie, guio, guiais, guieis (hasta ahora *guié, *guió, *guiáis, *guiéis) y las de voseo (solo en las zonas de América donde se produce este fenómeno) guias, guia (de guiar, hasta ahora *guiás, *guiá); hui, huis (de huir, hasta ahora *huí, *huís); lie, lio, liais, lieis (hasta ahora *lié, *lió, *liáis, *liéis) y las de voseo (solo en las zonas de América donde se produce este fenómeno) lias, lia (de liar, hasta ahora *liás, *liá); pie, pio, piais, pieis (hasta ahora *pié, *pió, *piáis, *piéis) y las de voseo (solo en las zonas de América donde se produce este fenómeno) pias, pia (de piar, hasta ahora *piás, *piá); rio, riais (de reír, hasta ahora *rió, *riáis).
  • Sustantivos como guion, ion, muon, pion [estas dos últimas, en física, partículas elementales], prion [agente infeccioso que afecta a algunas especies animales], ruan [cierto tipo de tela de algodón procedente de la ciudad francesa de Ruan, abajo] y truhan.
  • Ciertos nombres propios, como Ruan y Sion.
5. Los monosílabos: tilde diacrítica

            Los monosílabos no llevan tilde. Se exceptúan unos po­cos, en los que la tilde dife­rencia dos valores distintos del monosílabo (tilde diacrí­tica):
  • él (pronombre)
  • el (artículo)
  • dé (de dar)
  • de (preposición)
  • sí (afirmación)
  • si (conjunción y nota musical)
  • sé (de saber o ser)
  • se (pronombre)
  • más (cantidad)
  • mas (equivalente a «pero»)
  • tú (pronombre personal)
  • tu (posesivo)
  • mí (pronombre personal)
  • mi (posesivo y nota musical)
  • té (planta y bebida)
  • te (pronombre)
  • aún (equivalente a «todavía»; y es entonces bisílabo)
  • aun (si no equivale a «toda­vía»; es monosílabo)
6. Supresión de la tilde diacrítica en el adverbio solo y en los demostrativos (Ortografía de 2010, RAE)

            La palabra bisílaba solo no lleva tilde nunca, según las últimas reglas ortográficas (2010). No obstante, pueden darse casos de ambigüedad, en oraciones como: «Estuve solo dos horas», que puede significar que estuve solamente ese tiempo en un determinado lugar o que estuve sin compañía durante ese tiempo, o «Pasea solo los sábados», donde podemos entender que pasea sin compañía o que solamente lo hace ese día de la semana. La ambigüedad puede evitarse, según recomienda la RAE, por otros medios, como el empleo de sinónimos (solamente o únicamente).
            Los demostrativos (este, esta, estos, estas; ese, esa, esos, esas; aquel, aquella, aquellos, aquellas) no se acentúan nunca, ni cuando van delante de un nombre (determinantes), ni cuando funcionan  como pronombres. También aquí pueden darse casos de ambigüedad: «Contaron aquellas cosas interesantes», «Nos regalaron esos objetos inservibles». En estos casos el demostrativo podría ser un pronombre (sujeto de la oración) o un determinante que acompaña, respectivamente, a «cosas interesantes» y a «objetos inservibles». Esta ambigüedad se salva invirtiendo el orden de las palabras y colocando el sujeto, cuando lo sea, delante del verbo: «Aquellas contaron cosas interesantes», «Esos nos regalaron objetos inservibles».

7. La tilde en las palabras interrogativas y exclamativas

            Hay varias palabras que lle­van tilde cuando tienen signi­ficado interrogativo o excla­mativo, y no la llevan cuando carecen de dicho significado:
  • qué
  • cuál y cuáles
  • quién y quiénes
  • cuántos(s) y cuánta(s)
  • cuándo
  • cómo
            Según hemos dicho, tales palabras no llevan tilde si no poseen significado interrogativo o exclamativo: «Espero que disfrutes de tu viaje», «Ha vuelto su padre, el cual ha traído muchos regalos», «Quien tenga noticias que las comunique», «Estuvieron en el circo, donde vieron la actuación de los payasos», «Come cuanto desea», «Es­taba muy alegre cuando la vi en el autobús», «Lo cocinó como le enseñaron».
            Solo llevarán tilde estas palabras citadas cuando tengan sentido interrogativo o exclamativo, ya que podrían ir en una oración de estas características, pero no tenerlo. En este caso, no deben llevar tilde:
  • «¿Eres tú quien lo ha hecho?», «¡Eres tú quien lo ha hecho!» [pero «¿Quién lo ha hecho?» y «¡Quién sabe si vendrá pronto!»].
  • «¿No es ahí donde nos conocimos?», «¡No es ahí donde nos conocimos!» [pero «¿Dónde os conocisteis?» y «¡Dónde iremos a parar con tantos ajustes económicos!»].
  • «¿Vendrás cuando te llame?», «¡Vendrás cuando te llame!» [pero «¿Cuándo te han llamado?» y «¡Cuándo llegará el día en el que pueda ser feliz!»].
            En los casos sin tilde de estos últimos ejemplos, la interro­gación o la exclamación no se refiere a las palabras en negrita, sino a otras pa­labras presentes en las oraciones: , ahí, vendrás.

8. La tilde en las palabras compuestas

            Las palabras compuestas son las que cons­tan de dos o más palabras. En ellas, solo lleva tilde la última palabra, si le corres­ponde llevarla según las re­glas generales de la acentua­ción: puntapié, vaivén, ciem­piés, cefalotórax, decimosép­timo, cefalorraquídeo, entre­vías, radiotelegrafía.
            La primera palabra del compuesto pierde la tilde si la llevaba cuando era simple: tiovivo, asimismo, decimo­séptimo, decimonoveno [de «tío», «así» y «décimo»]. Sin embargo, esta última regla no se aplica sí las palabras se unen por medio de un guion:  físico-químico, crítico-biográficoguía-catálogo.
            También la conserva, si la llevaba, el adjetivo inicial de los adverbios terminados en -mente: cortésmente, ágilmente, rápida­mente.
            Pierden su tilde las formas verbales a las que se les añade un pronombre, si la palabra resultante no debe llevarla según las reglas generales expuestas al principio (miroleperdime, denos, de miró + le, perdí + me, + nos); pero, por el contrario, deben llevarla si el compuesto la necesita según esas mismas reglas (canta + le, cántale; da + me + lo, dámelo; sepa + lo, sépalo; admiraba + se + le, admirábasele.

sábado, 10 de noviembre de 2012

"Inactual", de Manuel Vicent



            Cualquiera que lleve hoy un pe­riódico bajo el brazo no es que esté mal informado, pero da la sensación de estar viviendo la realidad del día anterior. Simple­mente se trata de un ciudadano que parece andar fuera tiempo, como si usara un reloj de marca, un poco anticuado, que se retra­sa varias horas cada noche. Apar­te de eso, el periódico que uno lleva bajo el brazo define ideológi­camente al lector. Uno se delata en el quiosco cada mañana. Así sucedía también cuando en la Re­pública cada diario era el estan­darte de una bandería política, de la lucha de clases, incluso de un pensamiento religioso o anti­clerical. Durante la larga ceniza de la posguerra el periódico llega­ba al pueblo en el renqueante au­tobús de línea o en el correo ordinario, solo unos pocos ejempla­res, que leía gente muy significa­da, el farmacéutico, el médico, al­gún señor propietario, el clásico liberal autodidacta represaliado, un empleado de banco, el secreta­rio del Ayuntamiento. Sobre un velador del café y en la barbería quedaba el diario deportivo un poco grasiento después de haber pasado de mano en mano. Duran­te el franquismo no se leía el pe­riódico para enterarse de algo. Con el acto reflejo de pasar las hojas mojando con saliva la ye­ma del índice, se echaba la vista encima de una consigna patrióti­ca, de la inauguración de un pan­tano, del discurso de cualquier jerarca del Movimiento, de los ba­ches del municipio, todo molido por la censura, uniforme, tedioso y empastado de tinta. Al llegar la democracia la prensa escrita se adaptó a la libertad y cada diario se acomodó de nuevo a la mane­ra de ser y de pensar de sus lecto­res. Pero con la revolución digi­tal hoy la prensa de papel siem­pre es la de ayer y encima el pe­riódico progresista, conservador, reaccionario o amarillo que el ciudadano compra en el quiosco es un gesto ideológico que lo dela­ta. No sucede así con la tableta digital. Picoteando en el teclado del portátil con los dedos en el metro, en el tren, en una terraza al sol, nadie a tu lado puede sa­ber si eres de derechas o de iz­quierdas. Leer el periódico de pa­pel se va a convertir en el futuro en una exquisitez para estetas. Mientras todas las noticias en el digital son ya las de mañana, tam­poco está tan mal ser un ciudada­no elegantemente inactual.

Manuel Vicent, El País, 11 de marzo de 2012



FIGURAS RETÓRICAS




ALEGORÍA: Sucesión de metáforas que, todas juntas, definen una realidad. Es una co­rrespondencia prolongada entre lo que el autor cuenta (una serie de términos ima­gen relacionados entre sí) y lo que quiere decir (una serie de términos reales que se relacionan, uno a uno, con sus respectivas imágenes). Será siempre necesario entender previamente la comparación inicial de la cual parte el autor.
                     “Un pastorcico solo está penado
                     ajeno de placer y de contento,
                     y en su pastora puesto el pensamiento,
                     y el pecho del amor muy lastimado (...)
                     Que solo de pensar que está olvidado
                     de su bella pastora, con gran pena
                     se deja maltratar en tierra ajena,
                     el pecho del amor muy lastimado”.
                                             (San Juan de la Cruz)
            En negrita, las expresiones que configuran la alegoría. Así, el pastorcico se refiere a Cristo, la pastora al alma pecadora de los hombres, y la expresión “se deja maltratar en tierra ajena”, hace referencia a la Pasión de Cristo y al Mundo, respectivamente. (Ver METÁFORA)
            También llamamos alegorías a las representaciones de realidades abstractas por medio de atributos que, metafóricamente, aluden al significado de aquellas, como la Muerte (una guadaña, una túnica negra y una faz de calavera) o la Justicia (una mujer con los ojos vendados que sostiene en su mano una balanza nivelada).

ALITERACIÓN: Repetición de un mismo fonema, con fines expresivos o rítmicos: “Con el ala aleve del leve abanico” (Rubén Darío).

ANADIPLOSIS: Repetición del final de un verso o frase al comienzo del siguiente verso o frase:
                     “(...) de un confesor santo quiero hacer una prosa.
                     Quiero hacer una prosa en román paladino
                     en cual suele el pueblo...”
                                             (Gonzalo de Berceo)

ANÁFORA: Repetición de una o varias palabras al comienzo de versos o frases seguidas:
                     Temprano levantó la muerte el vuelo,
                     temprano madrugó la madrugada,
                     temprano estás rodando por el suelo.
                                             (Miguel Hernández)

ANTÍFRASIS: Expresión que significa lo contrario de lo que se dice. Ironía: “¡Pero, qué gracioso es este niño!” (dando a entender que no solo no es gracioso, sino que es un impertinente).

ANTÍTESIS: Combinación de dos términos o expresiones contrarias, opuestas: “Yo velo cuando tú duermes, yo lloro cuando tú cantas”. (Miguel de Cervantes).

ANTONOMASIA: Utilización de un nombre propio como si fuera común, en virtud de las cualidades del personaje que lo llevó, que se transmiten así, como si se tratara de un adjetivo, al ser al que se le denomina de tal forma: De un hombre podemos decir que es “un donjuan” o un “tenorio”, si es un mujeriego. Una mujer sería una “celestina” si se dedicase al oficio de alcahueta.

APÓSTROFE: Apelación, llamada de atención dirigida a personas presentes, ausentes, muertos, divinidades o seres inanimados:
“¡Oh bosques y espesuras
plantadas por la mano del Amado!,
¡oh prado de verduras
de flores esmaltado!,
decid si por vosotros ha pasado”.
                                   (San Juan de la Cruz)

ASÍNDETON: Ausencia de nexos (principalmente copulativos), allí donde debería haberlos: “Vuela como una torpe mariposa moribunda, rozando, en leves golpes, las paredes, los muebles, la lámpara encendida”. (Camilo José Cela).
(Ver POLISÍNDETON)

CALAMBUR:  Combinación de palabras diferentes  que poseen significantes que, al oído, se perciben como iguales, creando un juego de palabras: “Con dados ganan condados”. (Luis de Góngora).

CONCATENACIÓN: Repetición de una palabra o varias al final de un verso o frase y al principio del siguiente, de manera encadenada:
“Sobre el corazón un ancla
y sobre el ancla una estrella
y sobre la estrella el viento
y sobre el viento la vela”
                                   (Rafael Alberti)

COMPARACIÓN: Consiste en relacionar dos ideas o dos objetos (o un objeto y una idea), en virtud de una similitud entre ellos. Llámase también Símil:
“Flérida para mí dulce y sabrosa
más que la fruta de cercado ajeno...”
                                   (Garcilaso de la Vega)
            Nótese  que la comparación se establece mediante la fórmula “más que”, pero también serían utilizables otras: “como”, “menos que”, “tan...como”...
(Ver METÁFORA)

DILOGÍA: Palabra polisémica que, empleada una sola vez, aporta simultáneamente dos significados:
“Él era un clérigo cerbatana, largo solo en el talle...” (Francisco de Quevedo).
            La palabra “largo” tenía en época de Quevedo dos significados: “largo” (de gran longitud), y “generoso”, “desprendido”. Luego Quevedo nos está diciendo aquí, que el clérigo era alto, pero avariento.

ELIPSIS: Supresión de algún elemento que se sobrentiende por el contexto o por el sentido de la frase:
“Por una mirada, un mundo,
por una sonrisa, un cielo,
por un beso..., ¡yo no sé
qué te diera por un beso!”
                                   (Gustavo Adolfo Bécquer)
            En los dos primeros versos se ha suprimido el verbo “dar”, que sí está presente al final del poema.

ENUMERACIÓN: Sucesión de palabras o expresiones, separadas por comas, que no observan ningún orden concreto: “...convidan,  despiden,  llaman,  niegan,  señalan amor, pronuncian enemiga, ensáñanse presto...” (Fernando de Rojas).
(Ver GRADACIÓN)

EPANADIPLOSIS: Repetición de una palabra al principio y al final de un verso o de una frase:
“...que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero”.
                                   (Miguel Hernández)

EPIFONEMA:  Exclamación usada por el  autor para hacer un comentario personal sobre lo que acaba de exponer: “Ninguna cosa alborota más a los vasallos que el robo y soborno de los ministros, porque los irritan con los daños propios, con la envidia a los que se enriquecen y con el odio al Príncipe que no lo remedia... ¡Oh infeliz el Príncipe y el Estado que se pierden porque se enriquezcan sus ministros!” (Diego de Saavedra Fajardo).

EPÍFORA: Repetición de una o varias palabras al final de varios versos consecutivos o al final de varios párrafos u oraciones: “Parece  que los gitanos y gitanas solamente nacieron en el mundo para ser ladrones: nacen de padres ladrones, críanse con ladrones, estudian para ladrones...” (Miguel de Cervantes).

EPÍTETO: Adjetivo que, añadido a un sustantivo, no modifica el significado ni la comprensión de este. Tiene, casi siempre, un valor pictórico o de descripción redundante:
“...por ti la verde hierba, el fresco viento,
el blanco lirio y colorada rosa
y dulce primavera deseaba”
                                   (Garcilaso de la Vega)
EXCLAMACIÓN: Consiste en la intensificación de un enunciado, expresando emoción, estima, interés...:
“¡Cómo de entre mis manos te resbalas!
¡Oh, cómo te deslizas, edad mía!”
                                   (Francisco de Quevedo)

GRADACIÓN: Sucesión de palabras o expresiones, separadas por comas, ordenadas de menos a más (o viceversa), de mayor a menor (o viceversa), etc.:
“...allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
y más chicos...”
                                   (Jorge Manrique)
(Ver ENUMERACIÓN)

HIPÁLAGE: Se atribuye una cualidad o una acción a un sustantivo al que no le corresponde:
    “¿Quién me dijera, Elisa, vida mía,
cuando en aqueste valle al fresco viento
andábamos cogiendo tiernas flores,
que había de ver, con largo apartamiento,
venir el triste y solitario día
que diese amargo fin a mis amores?”
                            (Garcilaso de la Vega)
            Los adjetivos “triste” y “solitario”, en realidad definen el estado de ánimo del que habla, lo mismo que el adjetivo “amargo”, asociado a “fin”. En todos los casos hay un desplazamiento de las cualidades expresadas.

HIPÉRBATON: Alteración del orden lógico de las palabras dentro de la frase. Normalmente es usado con fines expresivos y, en algunas épocas, por un deseo de aproximación a la sintaxis latina:
“El dulce lamentar de dos pastores,
Salicio juntamente y Nemoroso...”
                                   (Garcilaso de la Vega)

HIPÉRBOLE: Exageración en el planteamiento de la realidad representada: “Mandaron los doctores que por nueve días, no hablase nadie recio en nuestro aposento porque, como estaban huecos los estómagos, sonaba en ellos el eco de cualquiera palabra”. (Francisco de Quevedo).

HOMOIOTELEUTON: Semejanza entre la última sílaba de dos o más palabras. De producirse en un texto en prosa, daría lugar a la rima interna: “...soy el que no era y no soy el que debiera...” (Fray Antonio de Guevara).

HYSTERON-PROTERON:  Es una modalidad de hipérbaton que consiste en anteponer lo que, según la lógica de la frase, debería posponerse: “Muramos, y lancémonos en medio del combate”
(Ver HIPÉRBATON)

INTERROGACIÓN RETÓRICA: Pregunta que no espera una respuesta efectiva, sino que se hace para intensificar una afirmación o expresar una emoción o un senti­miento:
“¿Por qué volvéis a la memoria mía,
tristes recuerdos del placer perdido
a aumentar la ansiedad y la agonía
de este desierto corazón herido?”
                                   (José de Espronceda)

LÍTOTE: Se niega lo contrario de lo que se quiere afirmar, por medio de una negación atenuada: “Eso no está muy bien”, con lo que se nos está diciendo que “está mal”. Una atenuación parecida encontramos en el siguiente verso: “Unas hojas no verdes”. (Vicente Aleixandre).

METÁFORA: Sustitución de una palabra o expresión por otra con la que guarda una relación (a veces muy subjetiva). En la metáfora se produce una identificación entre el objeto designado y el término que lo sustituye. Hay, pues, dos partes diferenciadas: el término real (ojos) y el término imagen (estrellas). De ahí la metáfora: “Tus ojos son estrellas”. Se produce, como vemos, una identificación, no una comparación. Distinguiremos los siguientes tipos de metáfora:
a)      R es I:
“La cebolla es escarcha
cerrada y pobre...”
(Miguel Hernández)
b)      En este ejemplo, R (término real), es “la cebolla”, mientras I (término imagen), es “escarcha”.
c)      I de R:
“El jinete se acercaba
tocando el tambor del llano
(Federico García Lorca)
d)      R:I (o R,I); Metáfora aposicional: “Golondrinas, breves noches...” (Juan Ramón Jiménez).
e)      R:i,i,i... Metáfora impresionista: “Entra el cotarro modernista (R), greñas (i), pipas (i), gabanes repelados (i), y alguna capa (i)”. (Ramón del Valle Inclán).
f)        I en lugar de R. Metáfora pura:
“Su luna de pergamino
Preciosa tocando viene”
(Federico García Lorca)
            Aquí, “luna de pergamino” es una metáfora pura que sustituye a “pandereta”. Como se ve, no hay ninguna mención en el texto al término real.
            La metáfora procede del símil o comparación y consiste en la elimina­ción del nexo comparativo. Así, del símil “Tus ojos son como estrellas”, llegamos a la metáfora “Tus ojos son estrellas”. (Ver COMPARACIÓN)

METONIMIA: Está basada en una relación de contigüidad entre el término real y el término imagen. La cercanía entre ambos hace que el segundo contagie al primero y le preste su nombre:
“Antonio Torres Heredia,
hijo y nieto de Camborios,
viene sin vara de mimbre
entre los cinco tricornios”.
                                   (Federico García Lorca)
            Los “cinco tricornios” se asimilan a la guardia civil, como una parte integrante de su uniforme.
            Pueden producirse, entre otras, las siguientes relaciones:
a)      continente por contenido: “tomaron unas copas” (en lugar de vino).
b)      lugar de procedencia por cosa que de allí procede: “Es un Valdepeñas del 83” (en lugar de un vino de Valdepeñas).
c)      signo por cosa significada: “Luchó por defender su bandera”. (patria).
d)      autor por su obra: “Leo a Cervantes”, “Ha comprado un Picasso” (un libro de Cervantes, un cuadro de Picasso).
e)      el instrumento por la persona que lo toca: “El batería hizo un solo que impresionó al público” (el músico que tocaba la batería).
 (Ver SINÉCDOQUE y METÁFORA)

PARADOJA: Oposición de dos ideas o conceptos aparentemente contradictorios que, literalmente, parece que no pueden convivir:
“Vivo sin vivir en mí
y tan alta vida espero,
que muero porque no muero”.
                                   (Santa Teresa de Jesús)
(Ver ANTÍTESIS)

PARALELISMO: Repetición de una misma estructura sintáctica en dos o más versos (o frases). A veces puede haber alguna modificación mínima de la estructura a repetir:
“Los suspiros son aire y van al aire,
las lágrimas son agua y van al mar”.
                                   (Gustavo Adolfo Bécquer)

PARONOMASIA: Consiste en la combinación de dos o más palabras cuyos significantes son muy parecidos: “La verdad padece, pero no perece”. (Santa Teresa de Jesús).

PERÍFRASIS: Se expresa una idea por medio de un rodeo sintáctico. Esto es, lo que se podría decir brevemente, se dice por extenso, con muchas palabras: “Apenas había el rubicundo Apolo tendido por la faz de la ancha y espaciosa tierra las doradas hebras de sus hermosos cabellos...” (Miguel de Cervantes). En realidad quiere decir: “Apenas amaneció”.

PLEONASMO: Consiste en emplear vocablos o expresiones de carácter redundante que, a pesar de su apariencia innecesaria, dan fuerza, gracia o vigor a la frase: “De los sus ojos tan fuertemente llorando...” (Cantar de Mio Cid). Resulta evidente que si llora lo hace con sus ojos.

POLIPTOTON: Se trata de repetir una palabra variando ligeramente su morfología (por medio de morfemas derivativos o por simple cambio de género, número, modo, persona...). A veces se modifica la función sintáctica del vocablo:
“Es amor fuerza tan fuerte,
que fuerza toda razón;
una fuerza de tal suerte,
que todo seso convierte
en su fuerza y afición;
una porfía forzosa
que no se puede vencer,
cuya fuerza porfiosa
hacemos más poderosa
queriéndonos defender”.
                                   (Jorge Manrique)

POLISÍNDETON: Empleo masivo de conjunciones (normalmente copulativas):
“...y los dejó, y cayó en despeñadero
el carro y el caballo y caballero...”
                                   (Fernando de Herrera)
(Ver ASÍNDETON)

PRETERICIÓN: Consiste en decir que no se va a decir algo cuando, de hecho, se está diciendo en la misma negación: “No hablaré de tu mal comportamiento”.

PROSOPOPEYA: Consiste en atribuir cualidades humanas a seres inanimados o a animales. También se llama personificación:
“Viene una esencia triste de jazmines con luna
y el llanto de una música romántica y lejana...”
                                   (Juan Ramón Jiménez)

QUIASMO: Especie de paralelismo en el que los elementos que se repiten se encuentran en el orden contrario; adjetivo-nombre / nombre adjetivo: adverbio-verbo / verbo-adverbio: “Ayer naciste y morirás mañana” (Luis de Góngora).

RETRUÉCANO: Se repite una frase cambiando el orden de sus elementos: “¿No voy contigo porque no me quieres o no me quieres porque no voy contigo?”

SINÉCDOQUE: Se basa, como la metonimia, en la contigüidad, solo que ahora, la fórmula es “pars pro toto” (la parte por el todo), o “totum pro parte” (el todo por la parte):
“Vuestro corazón de acero
muestre su esfuerzo famoso...”
                                   (Jorge Manrique)
            Se emplea también para otros casos:
a)      el género por la especie: “los mortales”, en lugar de los hombres.
b)      la especie por el género: “gana el pan con el sudor de su frente”, donde pan está sustituyendo a todos los alimentos.
La sinécdoque es,  en realidad,  un tipo de metonimia.
(Ver METONIMIA)

SINESTESIA: Se le otorgan cualidades de un sentido humano a otro: “labios dulces”, “música suave”... También se da cuando se asocian las sensaciones con sentimientos internos, como “tristeza azul” o “música alegre”:
“¿Piensa acaso en el príncipe de Golconda o de China,
o en el que ha detenido su carroza argentina
para ver de sus ojos la dulzura de luz?”
                                   (Rubén Darío)

TAUTOLOGÍA: Consiste en repetir una idea con términos diferentes, con la pretensión de explicar dicha idea, pero sin añadir, en realidad, nada nuevo a lo que ya se ha dicho. Tiene cierto parecido con la redundancia, pero se diferencia en que esta es, quizás, más torpe:
“Si tuvieres dinero, tendrás consolación,
alegría y placer y del Papa ración;
comprarás Paraíso, ganarás salvación...”
                                   (Juan Ruiz, Arcipreste de Hita)

ZEUGMA: Se hace intervenir en dos o más enunciados un término que solo se expresa en uno de ellos, generalmente en el primero que se cita: “Con más breves razones de las que sean posibles, daré fin a mi
cuento, con darle al de mi vida...” (Miguel de Cervantes).
            Aquí, la palabra “cuento” significa “relato” y “final”. “Dar cuento a algo” es poner fin a algo.
           
            Y aquí damos cuento a esta relación de figuras retóricas. Vale.