Spanish Language Route

martes, 26 de noviembre de 2013

Las lenguas de España: origen y evolución. Variedades del español actual.






1. Origen y evolución de las lenguas de España


           La situación lingüística en la Península Ibérica antes de la llegada de los romanos estaba caracterizada por la presencia de una serie de lenguas dispersas: el tartesio (sur de Portugal y oeste de Andalucía), el ibérico (este de Andalucía, todo el Levante y parte de Aragón), el vasco (llegó a ocupar el actual País Vasco español y francés, Navarra, La Rioja y gran parte de los Pirineos), el celtibérico (centro de la Península) y el lusitano (Portugal). También influyeron el fenicio y el griego por las colonias que se establecieron en las costas peninsulares y por la actividad comercial que mantuvieron en ellas. Algunos topónimos:
·        Celtas: Segovia (Segovia), Segontia (Sigüenza), Alcovindos (Alcobendas, “corzo blanco”), etc.
·        Fenicios: Gadir (con los romanos, Gades; y Qadis con los árabes), Malaka (Málaga), Ebusus (Ibiza), Hispania (que significa “tierra de conejos”), etc.
·        Griegos: Lucentum (Alicante), Rhode (Rosas), etc.
                       

                        Principales pueblos prerromanos de la Península Ibérica

            Tras la imposición del latín, a partir del año 218 a.C. (en el que comienza la ocupación romana), se produce una unidad lingüística que se mantendrá durante la época visigoda y se destruirá a partir de la invasión de los árabes (año 711), que traerá consigo el surgimiento de una serie de núcleos de resistencia cristianos, en el norte de la Península, en los que se producirá la fragmentación del latín, hacia el siglo X. De esta fragmentación se originan cinco dialectos latinos: gallego-portugués, astur-leonés, castellano, navarro-aragonés y catalán, a los que se une el idioma vasco, superviviente de las lenguas prerromanas. En la zona de dominio árabe también se produce una derivación del latín, conocida como mozárabe (hablada por los cristianos que permanecían fieles a su fe en territorio musulmán), que fue desapareciendo al compás del avance de la Reconquista, con la que se iban imponiendo las nuevas lenguas habladas en los reinos cristianos del norte (castellano y catalán, principalmente).

                       

                        Situación lingüística en la Península Ibérica en el siglo X
(http://www.cultureduca.com/leng_penin_formac07.php)

            La importancia política del reino de Castilla hizo que el dialecto castellano tuviera la posibilidad de expandirse más que el resto de las derivaciones peninsulares del latín. De hecho, el astur-leonés y el navarro-aragonés se quedaron estancados como dialectos y no llegaron nunca a adquirir la categoría de lenguas, mientras el catalán, impulsado por la reconquista aragonesa, pudo extenderse por gran parte de la franja mediterránea oriental. Tras la independencia de Portugal del reino de León (mediados del siglo XII), el dialecto gallego-portugués se divide y termina dando lugar a dos lenguas diferentes.

                       

                                    Situación lingüística en la Península Ibérica en el siglo XIII
(http://www.cultureduca.com/leng_penin_formac07.php)

 2. La lengua castellana


            Tenemos que situar el nacimiento de la lengua castellana en un núcleo geográfico que abarca parte de las actuales provincias de Cantabria, La Rioja, el norte de Burgos y el sur de Álava. 

                        Nacimiento y expansión del castellano

            Las primeras manifestaciones escritas se encuentran en las llamadas glosas emilianenses, de finales del siglo X, que son breves comentarios en lengua romance escritos en los márgenes de manuscritos latinos. Su nombre se debe a que fueron escritos en el monasterio de San Millán (Emiliano) de la Cogolla, en La Rioja. Estas glosas sirven de testimonio de que el castellano ya se hablaba en aquel tiempo.

Glosas emilianenses
(http://perso.wanadoo.es/angel_cobos/ruta_castellano/la_ruta_del_castellano.htm)

            Desde el siglo XII encontramos literatura escrita en castellano (el Cantar del Cid), que refuerza la lengua en el camino de su consolidación, producida gracias al avance de la Reconquista y a la expansión del reino de Castilla. El primer gran impulso que se le da al castellano llegará con el rey Alfonso X el Sabio (siglo XIII), quien promoverá su uso como lengua oficial, al emplearla para los documentos y las leyes,  y contribuirá a su empleo como lengua literaria, sobre todo por medio de la Escuela de Traductores de Toledo, donde un grupo de sabios conocedores de las lenguas cultas orientales y clásicas vertían al castellano numerosos textos. Alfonso X se preocupó también de aspectos ortográficos, léxicos y sintácticos.
            Al unificarse los reinos de Castilla y Aragón con el matrimonio de los Reyes Católicos (1469), la reconquista de Granada el 2 de enero de 1492 y el descubrimiento de América el 12 de octubre del mismo año se hizo posible la expansión del castellano fuera del reino de Castilla. La fortaleza del Imperio español hará posible que la lengua, unida a él, se convierta en la más importante e influyente de aquellos tiempos. A su consolidación contribuyó Elio Antonio de Nebrija con su Gramática de la lengua castellana (1492), la primera que se escribe de una lengua vulgar.


Primera página y prólogo de la Gramática de Nebrija

            En los siglos XVI y XVII (los Siglos de Oro) el castellano experimentará un gran crecimiento como lengua de cultura, gracias a las obras de algunos de los más grandes escritores de nuestra literatura, como Garcilaso de la Vega, Cervantes, Lope de Vega, Góngora, Quevedo o Calderón de la Barca. Será también en este periodo cuando se publique el primer diccionario de nuestra lengua: el Tesoro de la lengua castellana o española (1611) del toledano Sebastián de Covarrubias.


                    

Portada del Tesoro y retrato de Sebastián de Covarrubias
http://www.uv.es/lepinet/Lexicografia.htm y http://www.castillalamancha.es/biblioclm/assets/exposiciones_virtuales/covarrubias/vit_otras/vit.html

            El siglo XVIII supondrá otro de los grandes momentos del castellano, al fundarse la Real Academia Española de la lengua (RAE), en 1713, institución que velará por su unificación, corrección y desarrollo, según manifiesta su lema: “limpia, fija y da esplendor”. La RAE llevó a cabo la publicación de tres obras fundamentales: el Diccionario de Autoridades (1726-1739), que confirma el uso de cada palabra con breves textos de algunos autores que la han empleado en sus obras y que sustenta gran parte de su esqueleto en el Tesoro de Covarrubias; la Ortografía (1741) y la Gramática (1771). A partir de la RAE se puede decir que el castellano (que ya por entonces empieza a ser llamado con más frecuencia español) queda casi fijado en su forma actual; desde entonces tan solo se han ido realizando pequeñas modificaciones, fundamentalmente ortográficas (aunque también léxicas) que han culminado con la última revisión, llevada a cabo en común con todas las academias de la lengua española del mundo, en la Ortografía de la lengua española (2010).

                    


Diccionario de Autoridades (siglo XVIII) y portada de
la última edición de la Ortografía (2010)
(http://es.wikipedia.org/wiki/Diccionario_de_autoridades)

            El español es hoy en día una de las lenguas más habladas en el mundo, junto al chino y el inglés. Es la lengua oficial de dieciocho repúblicas en Centroamérica y Sudamérica: Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Costa Rica, Cuba, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana, Uruguay y Venezuela. También es lengua cooficial, junto al inglés, en Puerto Rico, y se habla cada vez más en algunos estados del sur de los EE.UU., como California, Texas, Arizona, Florida y Nuevo México, o en ciudades como Nueva York, Los Ángeles o San Francisco.

3. La lengua catalana


            El catalán surge de la evolución del latín en el nordeste de la Península, a través de la expansión del reino de Aragón durante la Reconquista. Se habla en Cataluña, islas Baleares, gran parte de la Comunidad Valenciana, algunas zonas del nordeste de Aragón y del sureste de Francia, Andorra y la ciudad de Alguer, en Cerdeña, lo que supone una cifra en torno a unos siete millones de hablantes. Entre sus muchas variantes dialectales tienen una especial relevancia el valenciano y el balear.
            Uno de los textos más antiguos escritos en lengua catalana es las Homilies d’Organyà, fragmento de un sermonario para la predicación del evangelio, que data de finales del siglo XII. En el XIII ya destaca la figura del mallorquín Ramon Llull, que será el primer autor relevante que use el catalán como lengua literaria. En este siglo y durante el XIV, la lengua catalana experimentará uno de los periodos más ricos desde el punto de vista de su expansión y de su uso literario, pero será el XV el periodo más importante de la literatura catalana, principalmente gracias a la obra de tres autores valencianos: Jordi de Sant Jordi, Ausiàs March (poeta muy influyente en la tradición hispánica posterior, por ejemplo en Garcilaso de la Vega) y Joanot Martorell, autor del libro de caballerías Tirant lo Blanc (1490), una de las cumbres del género, traducido tempranamente al castellano en 1511 y considerado por el cura del pueblo de don Quijote “el mejor libro del mundo”.



Primera página del Tirant lo Blanc
(http://meloussa.wordpress.com/2011/03/08/identidades-y-sentimientos-ii/)

            Tras el esplendor de esta edad de oro valenciana, llega el periodo de la Decadència, que abarca los siglos XVI al XVIII, donde la imposición del castellano como lengua común del imperio relega el catalán al uso meramente familiar. Los Decretos de Nueva Planta, promulgados por el rey Felipe V a comienzos del XVIII, transformarán España en un estado centralizado y contribuirán a esa decadencia de la lengua.
            La Renaixença, propiciada por el auge de las nacionalidades en el siglo XIX, hará que el catalán recupere poco a poco su importancia como lengua literaria. Es el momento de autores como Santiago Rusiñol o Joan Maragall.
            En 1907 se funda el Institut d’Estudis Catalans, pero el siglo XX verá un nuevo episodio en la historia de represiones en el uso del catalán, tras la Guerra Civil (1936-1939) y la posterior dictadura franquista. A la muerte del dictador (1975) y con la promulgación de la Constitución Española de 1978, la lengua catalana se hace cooficial junto al castellano en las zonas de su influencia. Hoy en día está presente en las instituciones y, además de un gran desarrollo literario, ha experimentado un auge en su uso en los medios de comunicación, tanto escritos como audiovisuales.

4. La lengua gallega


            Nace en el noroeste de la Península, en los territorios que formaron la provincia romana de la Gallaecia y el posterior reino medieval de Galicia. Actualmente se habla en la comunidad autónoma de Galicia y en algunas zonas limítrofes del norte de León (el Bierzo), Zamora y Asturias, con un número de hablantes cercano a los dos millones.      El gallego procede directamente del gallego-portugués, dialecto del latín que se dividirá en dos lenguas diferentes tras la independencia de Portugal en el siglo XII, aunque la unidad lingüística se mantiene casi hasta el siglo XV y da como resultado el momento de mayor riqueza literaria, con las cantigas de la lírica galaico-portuguesa, entre los siglos XII y XIV. El propio rey de Castilla, Alfonso X el Sabio, veló por el uso del gallego-portugués como lengua propicia para la poesía y escribió, él mismo, las Cantigas de Santa María, que recogen alabanzas y milagros de la Virgen.


Ilustración del códice de las Cantigas de Santa María
(http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Cantigas_Santa_Maria.jpg)

            Ya independiente del portugués, el gallego seguirá un camino similar al del catalán, con un periodo de decadencia entre los siglos XV y XVIII y un resurgir en el XIX, conocido como el Rexurdimento, en el que destacará la figura de la poetisa Rosalía de Castro con su libro Folhas novas (1880). Tras este momento glorioso, la guerra y la dictadura conducen a la lengua gallega al mismo olvido que a la catalana, aunque a finales de los años cuarenta del siglo XX aparecen algunos autores que escriben en gallego, como Castelao (uno de los padres del nacionalismo gallego), Celso Emilio Ferreiro o Álvaro Cunqueiro. Tras el franquismo, la Constitución de 1978 consolida también su importancia como lengua cooficial junto al castellano. Por esas fechas, la Academia da Lingua Galega procederá a la normalización de la lengua fijando las normas ortográficas y léxicas que le son propias. Son muchos los autores que hoy en día escriben en gallego, como es el caso de Manuel Rivas o Dario Xohán Cabana, quienes cultivan tanto la poesía como la novela.

5. La lengua vasca


            Se ha discutido mucho acerca del origen del vasco, lo que ha llevado a plantear algunas hipótesis: según algunos estudiosos procedería de las lenguas caucásicas que se hablan entre Rusia y Turquía, cuya antigüedad se remonta a algunos milenios antes de Cristo, y según otros procedería de las lenguas bereberes del norte de África. Lo único indiscutible es que el vasco es una de las lenguas prerromanas que se hablaban en la Península a la llegada de los romanos. La zona de influencia de la lengua vasca se reduce en la actualidad al País Vasco (fundamentalmente las provincias de Vizcaya y Guipúzcoa), el noroeste de Navarra y el llamado País Vasco francés, con un número de hablantes que oscila en torno a un millón, y cuenta con varios dialectos.   
            Los textos más antiguos escritos en vasco se encuentran, como sucede con los del castellano, en las glosas emilianenses (si exceptuamos ciertas inscripciones en epitafios del siglo II d.C). No se conservan, empero, restos de una tradición literaria en vasco hasta los poemas del sacerdote navarro Bernat Dechepare, publicados en 1545, con la conciencia, por parte del autor, de ser el primero que lleva a la imprenta un texto en esta lengua.
            Durante los siglos XVI y XVII se publicaron traducciones de textos religiosos y obras de esta temática (catecismos, vidas de santos, tratados teológicos), pero no será hasta el XVIII cuando se inicie la preocupación por preservar el vasco y estudiarlo desde un punto de vista filológico, de lo que son fruto la gramática y el diccionario que redactó el jesuita Manuel Larramendi (1690-1766) y la defensa de la lengua y de su uso en la enseñanza promovida por el vascofrancés Joanes Etxeberri (c. 1668-1749).

 



Portada del Diccionario de Larramendi y retrato del autor
http://www.euskomedia.org/aunamendi/85863

            En 1918 se funda la Euskaltzaindia, Academia de la Lengua Vasca, que se plantea como reto la unificación lingüística, necesaria a causa de la enorme dispersión de las variantes dialectales, y establece el llamado euskera batua (vasco unificado), que será la base del idioma que actualmente se habla y se usa en las instituciones y medios de comunicación vascos, sobre todo a partir de la Constitución de 1978 que consideró el vasco lengua cooficial en sus territorios con el castellano. Este deseo de unidad se compatibiliza con el respeto a los dialectos, que enriquecen la lengua viva de los hablantes vascos.
            Durante el siglo XX se ha dado un gran impulso a la literatura escrita en vasco, con autores como el poeta Gabriel Aresti, Bernardo Atxaga o Unai Elorriaga.

6. Variedades del español actual

6.1. Dialectos históricos del latín


            Las zonas del norte de la Península en las que surgió un dialecto del latín que no llegó a consolidarse como lengua han conservado, en mayor o menor medida, el uso de algunas formas concretas que muestran diferencias con el castellano.
            El astur-leonés, más tarde leonés, mantiene ese uso minoritario en los territorios del principado de Asturias y en parte de las provincias de León y Zamora, con algunos restos aislados en otras provincias fronterizas como Cantabria y Salamanca y zonas del norte de Extremadura. Destacan de manera especial una serie de hablas aisladas que se conocen como bable y que se dan sobre todo en Asturias. Entre sus rasgos más definidores podemos destacar: los masculinos terminados en –u (quesu por queso), la colocación del artículo delante de un posesivo (“La mi casa”), el mantenimiento de la f- inicial del latín (fíu, hijo) o los diminutivos en –in, -ina (santina).
El viejo navarro-aragonés de la Edad Media se considera casi desaparecido, y, en su lugar surgió la llamada fabla aragonesa, que se mantiene hoy en día en determinados núcleos de los valles pirenaicos, muy influido por el castellano. Destacan los siguientes rasgos: conservación de las consonantes oclusivas sordas del latín (p, t, k) en posición intervocálica (pescatero, por pescadero), mantenimiento de la f- inicial latina (filo, por hilo), diminutivos en –ico, -ica (mañico), etc.

 

6.2. Dialectos del castellano


            También la Reconquista propiciará el surgimiento de las principales variantes dialectales del castellano, que se va expandiendo al compás del reino de Castilla. La lengua que llega a las zonas más meridionales se verá influida y modificada por otros factores lingüísticos imperantes en los territorios que se van incorporando. Los principales dialectos que surgen son los siguientes: andaluz, extremeño, murciano y canario. Debemos considerar, junto al extremeño y al murciano, el manchego. Los tres son dialectos de transición, muy influidos, como veremos, por el antiguo asturleonés y por el catalán, según los casos. El andaluz y el canario, unidos a las hablas de Hispanoamérica, comparten rasgos y conforman el conjunto dialectal más importante del castellano.


Principales áreas dialectales del español actual
(http://es.wikipedia.org/wiki/Dialectos_del_castellano_en_Espa%C3%B1a)


  • El andaluz es el dialecto con mayor número de hablantes. No se consolidará el uso del castellano en esta zona hasta el final de la Reconquista, en 1492, a pesar de que comienza a usarse en determinadas áreas desde el siglo XIII. Esta tardanza hará que el dialecto andaluz reciba una fuerte influencia del árabe, lengua que predominaba en el sur de la penínsua. Al ser Andalucía una región muy extensa, debemos distinguir diversas variedades dialectales que contribuyen a subrayar la falta de homogeneidad del andaluz. Entre los rasgos fonéticos más característicos del dialecto andaluz destacan el seseo (seresa, por cereza), el ceceo (zandía por sandía), el yeísmo (yave por llave), la aspiración de consonantes (hiho, por hijo; ehtudio por estudio), confusión entre r y l (farda por falda) o la pérdida de la d intervocálica (convidao por convidado, venío por venido).
  • El extremeño tiene, como dijimos, rasgos del antiguo dialecto leonés, ya que durante el siglo XIII ocuparon Extremadura caballeros leoneses y castellanos. Por el sur recibe, asimismo influencias del andaluz.  Entre sus rasgos destacan el yeísmo, la tendencia a la aspiración o pérdida de la s a final de sílaba (loh niñoh), la aspiración de la j (añeho por añejo) o la relajación y pérdida de la r a final de palabra (muhé, por mujer). En el plano morfológico son normales los diminutivos en –ino, -ina, como chiquitino o chiquitina.
  • El murciano recibe influencias del aragonés, del valenciano y del andaluz, al encontrarse en una zona de transición. Sus rasgos coinciden a menudo con los del resto de dialectos (aspecto este muy común entre todas las variedades, como estamos viendo). Es el caso de la aspiración de la s a final de sílaba o de la j. En zonas rurales se produce una relajación de consonantes intervocálicas, en casos como caeza por cabeza o piazo por pedazo. También se produce el yeísmo, más marcado en las ciudades que en el medio rural.
  • El canario es un dialecto que recibe una fuerte influencia del andaluz, ya que los primeros pobladores de las islas, tras ser conquistadas por Castilla, procedían de Sevilla. También se ve la huella de las hablas de América y la herencia guanche. Entre sus rasgos tenemos que destacar los que son comunes con el andaluz, como el seseo, el yeísmo o la aspiración de consonantes finales. Morfológicamente se da el uso de ustedes como tratamiento de confianza, en lugar de vosotros o vosotras, y en el léxico es muy habitual la presencia de americanismos (guagua por autobús) o guanchismos, por sustrato de la lengua de los primitivos pobladores de las islas, los guanches (gofio, harina de maíz).

lunes, 25 de noviembre de 2013

San Juan de la Cruz: "Otras canciones a lo divino de Cristo y el alma". Ejemplo de alegoría



Un pastorcico solo está penado,
ajeno de placer y de contento,
y en su pastora puesto el pensamiento,
y el pecho del amor muy lastimado.

No llora por haberle amor llagado,
que no le pena verse así afligido,
aunque en el corazón está herido;
mas llora por pensar que está olvidado.

Que solo de pensar que está olvidado
de su bella pastora, con gran pena
se deja maltratar en tierra ajena,
el pecho del amor muy lastimado.

Y dice el pastorcito: ¡Ay, desdichado
de aquel que de mi amor ha hecho ausencia
y no quiere gozar la mi presencia,
y el pecho por su amor muy lastimado!

Y a cabo de un gran rato se ha encumbrado
sobre un árbol, do abrió sus brazos bellos,
y muerto se ha quedado asido de ellos,
el pecho del amor muy lastimado.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

"Desahuciados", de Almudena Grandes



 Se lo voy a explicar muy claro, para que lo entiendan. Hasta ahora, cualquier aspirante a producir una película española solicitaba una ayuda al ICAA y, si tenía la suerte de que se la concedieran, iba al banco a pedir a crédito el dinero que el Estado se había comprometido a entregarle después del estreno. Con ese aval, el banco le prestaba el dinero a él, eso sí, no al Estado. Quien se comprometía a devolver ese crédito, por tanto, era el productor.

Hace unos días, la directora general del ICAA, Susana de la Sierra, anunció que no tiene dinero para apoyar nuevas producciones. Hasta ahí, todo es terroríficamente normal. Se deja caer el cine, igual que la investigación, igual que la educación, igual que la sanidad, etcétera, gracias a los presupuestos que, según el Gobierno, demuestran la recuperación de la economía. Pero De la Sierra añadió que, además, tampoco hay dinero para pagar las ayudas comprometidas el año pasado. Que lo siente mucho, dijo, que es una tragedia. Luego se levantó, cogió sus carpetas, y se marchó.

Si usted deja de pagar las letras de su hipoteca, el banco le embarga su casa. Si usted ha producido una película y el ICAA no le paga el dinero que le debe, el banco le embarga su casa igualmente. En ambos casos, usted se queda en la calle, pero en España seguirá habiendo una Dirección General de Cinematografía cuya titular seguirá cobrando su sueldo y usando su coche oficial todos los meses. ¿Por qué? ¿Para qué? Si este Gobierno está tan empeñado en adelgazar la estructura del Estado, debería empezar por eliminar departamentos inútiles y afrontar las consecuencias de unas acciones que a cualquier ciudadano le llevarían primero a los tribunales, después a la cárcel. Como no lo va a hacer, porque la economía va viento en popa, dígame, señora De la Sierra... ¿A usted no le da vergüenza no haber dimitido ya?



Almudena Grandes, El País, 7 de octubre de 2013

viernes, 22 de febrero de 2013

ALGUNAS CLAVES PARA REALIZAR UN ANÁLISIS SINTÁCTICO



1. Identificar y señalar el verbo o los verbos (si se trata de una oración compuesta). Reconocer las perífrasis verbales, si las hubiera.
2. En el caso de las oraciones compuestas, identificar y señalar los nexos. Establecer después los límites de cada coordinada o subordinada, indicando la clase a la que pertenecen.
3. Analizar después cada proposición de manera individual, como si fuera una oración simple, pero teniendo en cuenta las dependencias de las subordinadas.
4. Partiendo del verbo, deducir el sujeto.
            Advertencias:
            a) el sujeto no puede llevar preposición (excepto entre, en oraciones del tipo: “Entre los cuatro resolvieron el problema”). Por eso, el sujeto nunca puede ser una construcción del tipo “a mí”, “a ti”, etc.
            b) Si la oración está en voz pasiva, el sujeto recibe el nombre de sujeto paciente y, semánticamente, observamos que la acción del verbo recae sobre él: “La niña fue premiada por sus padres” (lo que se corresponde a la oración en voz activa: “Sus padres premiaron a la niña”).
            c) El sujeto (siempre un sintagma nominal (SN), salvo en la excepción señalada en el apartado a) puede llevar sus propios complementos, en forma de adjetivo (“El niño guapo canta una canción”), de sintagma preposicional (SPrep) (“La hija de tu vecina ha crecido mucho”) o de sintagma nominal en aposición (“Tu primo Antonio dice muchas tonterías”).
            d) El sujeto es la única parte de la oración que tiene que concordar en número y persona con el verbo, por lo que, ante una duda sobre el sujeto, cambiar el número del verbo o del posible sujeto nos puede ayudar a identificarlo. Así, en “Me gusta esa canción”, si pluralizamos el verbo quedará claro que “esa canción” es el sujeto, pues nos obligaría a poner esto también en plural: “Me gustan esas canciones”; no es posible *“Me gustan esa canción”.
5. Una vez que hemos identificado el predicado de la oración, marcaremos los sintagmas (nominales, preposicionales, adjetivos o adverbiales) que pudiera haber, comenzando desde el final. Previamente habremos identificado la categoría morfológica de cada palabra (nombre, adjetivo, pronombre, determinante, etc.). Cada tipo de sintagma recibe el nombre de la palabra principal, salvo en el caso del SPrep, donde esta es un nombre y no una preposición.
6. Dejaremos para el final de nuestro análisis los pronombres personales en función de complemento (me, te, se, nos, os, se, lo, la, le, los, las, les) y los que tienen la misma forma que estos (reflexivos, recíprocos, los de los verbos pronominales, etc.).
7. Delimitados los sintagmas, señalaremos las funciones que estos desempeñan, teniendo en cuenta previamente si complementan a un nombre (CN), a un adjetivo (CAdj), a un adverbio (CAdv) o al verbo (CD, CI, CC, CR o CS, CP, Atributo o CAg de la pasiva).
8. El complemento directo (CD)
            a) Puede ser un SN o un SPrep con la preposición a. Nunca podrá haber un CD con otra preposición distinta a esta.
            b) Podemos identificar el CD vertiendo la oración a la voz pasiva: el sujeto paciente de la voz pasiva será siempre el CD de la activa de la que procede.
            c) En oraciones impersonales con haber o hacer puede ser útil sustituir el presunto CD por los pronombres lo, la, los, las, según el caso: “Había muchas personas en la calle”; “Las había”. “Hacía calor”; “Lo hacía”. En estos casos no es posible construir la voz pasiva.
9. El complemento indirecto (CI)
            Siempre será un SPrep con la preposición a. Ninguna otra preposición es posible. Para no confundirlo con el CD deberemos tener en cuenta los criterios que, para identificar a este, hemos señalado en el punto anterior.
10. Los complementos circunstanciales (CC)
            a) Van introducidos por un SN,  por un SPrep o por un adverbio o locución adverbial.
            b) Pueden ser de lugar, de modo, de tiempo, de causa, de compañía, de instrumento, de finalidad, de cantidad o de destinatario (“Lo he traído para tu hermana”).
11. El complemento suplemento o de régimen (CR o CS)
            a) Se hace necesario con algunos verbos que exigen su presencia, pues no podrían funcionar sin este complemento. Los verbos exigen, también, una preposición concreta, por lo que este tipo de complemento será siempre un sintagma preposicional: influir en, dedicarse a, confiar en, hablar de, pensar en, acordarse de, aspirar a...
            b) Como fórmula para identificarlo podemos descartar que se trate de un complemento circunstancial (al que se parece en su forma), comprobando que no es ninguno de los que hemos señalado en el apartado 10 b.
12. El complemento predicativo (CP)
            a) Generalmente es un adjetivo que complementa a la vez al verbo y a un sustantivo (este puede ser el sujeto o el CD de la oración): “Los niños vinieron cansados de la excursión”; “Encontramos los platos vacíos”.
            b) El predicativo es un adjetivo con apariencia de complemento circunstancial, función que no puede desempeñar el adjetivo por sí solo. Si nos fijamos en él, veremos que con respecto al verbo parece, como acabamos de decir, un complemento circunstancial de modo, y con respecto al sustantivo, un complemento del nombre. Importante: si el adjetivo está adverbializado sí puede ser complemento circunstancial, como en “Hemos trabajado duro toda esta semana”, donde “duro” es un adjetivo en función adverbial, que equivale a “duramente”.
            c) Actúa con verbos predicativos, pero sería posible sustituir cualquiera de estos por un verbo copulativo. Así, en “Los niños vinieron cansados”, parece ocultarse una oración del tipo “Los niños estaban cansados [cuando vinieron]”.
            d) Esta función pueden desempeñarla también nombres (“Nombraron ministro a Leandro”), gerundios (“Encontramos el agua cociendo”) y algunos SPrep (“Almudena trabaja de peluquera en el centro comercial”).
13. El atributo (At)
            Es un adjetivo (SAdj), un SN o un SPrep que dan cualidades al sujeto de la oración, al que se unen por medio de un verbo copulativo (ser, estar, parecer): “La niña es buena”, “La niña es un encanto”, “La niña es de Sevilla”.
            El atributo puede ser sustituido siempre por el pronombre lo.
14. El complemento agente (CAg)
            Solo se da en la voz pasiva y va siempre introducido por la preposición por: “La niña fue premiada por sus padres”. Como vemos, el verbo, en estos casos, debe ir en voz pasiva (auxiliar ser y verbo conjugado en forma de participio: “fue premiada”).
15. Finalmente analizamos los pronombres a los que nos hemos referido en el apartado 6, teniendo en cuenta que la, lo, las y los siempre serán CD, y le y les siempre serán CI. El resto pueden cumplir una función (CD o CI) o no cumplir ninguna función sintáctica. El primer caso lo constituyen los pronombres personales, reflexivos y recíprocos. Si el pronombre (me, te, se, nos, os, se) no concuerda en número y persona con el verbo, será siempre un pronombre personal, y hará de CD si no hay otro CD en la oración y el verbo es transitivo. En caso de que hubiera otro CD en la oración o el verbo fuera intransitivo, el pronombre personal pasaría a la función de CI. En este primer caso, el pronombre se solo podrá funcionar como CI en sustitución de le o les e irá siempre en la oración seguido de un pronombre de CD (la, lo, las, los): “Se lo dijeron”, “Se las regalaron”. Nunca podrá ser CD.
            Los pronombres reflexivos sí concuerdan en número y persona con el verbo, pero pueden funcionar como CD o CI, en las mismas condiciones que los pronombres personales (con la excepción de se, que, en este caso sí puede hacer de CD).
            Los pronombres recíprocos también concuerdan en número y persona con el verbo y, como los reflexivos, pueden hacer funciones de CD o CI en las mismas condiciones que estos. Los pronombres recíprocos solo existen en plural (nos, os, se): “Ellos se quieren” (CD), “Nosotros nos damos la mano” (CI).
            Los verbos de las construcciones reflexivas y recíprocas son siempre transitivos.
            En el resto de los casos, los pronombres me, te, se, nos, os, se, concuerdan en número y persona con el verbo y no cumplen ninguna función sintáctica.
16. El pronombre se puede, también, ser una marca de la voz pasiva refleja (“Se conocen ya los resultados de la encuesta”, equivalente a “Los resultados de la encuesta son conocidos por alguien”) o una marca de oración impersonal (“Se vive bien aquí”, donde no hay un sujeto preciso, el cual, como mucho, aparece diluido en el pronombre, aunque este no hace función de sujeto). En ambos caso, se no cumple ninguna de las funciones sintácticas arriba explicadas y nos referiremos a él como “marca de pasiva” o “marca de impersonalidad”.

sábado, 16 de febrero de 2013

"Lo que quiero ahora", de Ángeles Caso




            Será porque tres de mis más queridos amigos se han enfrentado inesperadamente estas Navidades a enfermedades gravísimas. O porque, por suerte para mí, mi compañero es un hombre que no posee nada material pero tiene el corazón y la cabeza más sanos que he conocido y cada día aprendo de él algo valioso. O tal vez porque, a estas alturas de mi existencia, he vivido ya las suficientes horas buenas y horas malas como para empezar a colocar las cosas en su sitio. Será, quizá, porque algún bendito ángel de la sabiduría ha pasado por aquí cerca y ha dejado llegar una bocanada de su aliento hasta mí. El caso es que tengo la sensación –al menos la sensación– de que empiezo a entender un poco de qué va esto llamado vida.
            Casi nada de lo que creemos que es importante me lo parece. Ni el éxito, ni el poder, ni el dinero, más allá de lo imprescindible para vivir con dignidad. Paso de las coronas de laureles y de los halagos sucios. Igual que paso del fango de la envidia, de la maledicencia y el juicio ajeno. Aparto a los quejumbrosos y malhumorados, a los egoístas y ambiciosos que aspiran a reposar en tumbas llenas de honores y cuentas bancarias, sobre las que nadie derramará una sola lágrima en la que quepa una partícula minúscula de pena verdadera. Detesto los coches de lujo que ensucian el mundo, los abrigos de pieles arrancadas de un cuerpo tibio y palpitante, las joyas fabricadas sobre las penalidades de hombres esclavos que padecen en las minas de esmeraldas y de oro a cambio de un pedazo de pan.

            Rechazo el cinismo de una sociedad que sólo piensa en su propio bienestar y se desentiende del malestar de los otros, a base del cual construye su derroche. Y a los malditos indiferentes que nunca se meten en líos. Señalo con el dedo a los hipócritas que depositan una moneda en las huchas de las misiones pero no comparten la mesa con un inmigrante. A los que te aplauden cuando eres reina y te abandonan cuando te salen pústulas. A los que creen que sólo es importante tener y exhibir en lugar de sentir, pensar y ser.

            Y ahora, ahora, en este momento de mi vida, no quiero casi nada. Tan sólo la ternura de mi amor y la gloriosa compañía de mis amigos. Unas cuantas carcajadas y unas palabras de cariño antes de irme a la cama. El recuerdo dulce de mis muertos. Un par de árboles al otro lado de los cristales y un pedazo de cielo al que se asomen la luz y la noche. El mejor verso del mundo y la más hermosa de las músicas. Por lo demás, podría comer patatas cocidas y dormir en el suelo mientras mi conciencia esté tranquila.

            También quiero, eso sí, mantener la libertad y el espíritu crítico por los que pago con gusto todo el precio que haya que pagar. Quiero toda la serenidad para sobrellevar el dolor y toda la alegría para disfrutar de lo bueno. Un instante de belleza a diario. Echar desesperadamente de menos a los que tengan que irse porque tuve la suerte de haberlos tenido a mi lado. No estar jamás de vuelta de nada. Seguir llorando cada vez que algo lo merezca, pero no quejarme de ninguna tontería. No convertirme nunca, nunca, en una mujer amargada, pase lo que pase. Y que el día en que me toque esfumarme, un puñadito de personas piensen que valió la pena que yo anduviera un rato por aquí. Sólo quiero eso. Casi nada. O todo.



Ángeles Caso, La Vanguardia, 19 de enero de 2012

lunes, 14 de enero de 2013

"Gentes de honor", de Isabel San Sebastián



            El sábado juré bandera en la base de la bri­gada Rey Alfonso XIII, de la Legión, sita en Viator (Almería), lo que es tanto como decir que realicé, en la mejor compañía posible, un gesto sencillo, lleno de significado sim­bólico, para expresar mi amor lúcido y responsable a España. Mi reconocimiento a esta gran Na­ción cuyas sombras, abundantes en la actualidad, denuncio desde hace años a través de todos los medios que pone a mi alcance el periodismo, y cu­yas luces, resplandecientes en términos históri­cos y culturales, hacen que siempre me haya sen­tido orgullosa de ser española.
          Elegí cumplir este rito junto a los legionarios de Viator porque en estos tiempos oscuros de co­rrupción y mediocridad, en esta España empo­brecida del «sálvese quien pueda», zarandeada por el nacionalismo separatista, que encumbra social y políticamente a personajes de bajísima estofa intelectual y peor catadura moral, nadie iguala a las Fuerzas Armadas en la representa­ción de los principios y actitudes que yo admiro: Integridad, valentía, coherencia, austeridad, cons­tancia en el trabajo, afán de superación, esfuerzo permanente de cohesión, generosidad... Y la Le­gión encarna, a mi modo de ver, la quintaesencia del honor que anida en el corazón de ese Ejérci­to, imbuido de un espíritu de servicio que se re­fleja en cada una de las misiones llevadas a cabo por sus hombres y mujeres dentro y fuera de nues­tras fronteras.

          Muchos de los soldados a quienes vi honrar a sus compañeros caídos en la Saguía el Hamra (1958) acababan de regresar de Afganistán, donde la vís­pera había muerto, mientras trataba de desactivar un artefacto explosivo, el sargento David Fernán­dez Ureña; uno de tantos héroes cuyo sacrificio ha sido determinante para proporcionarnos seguri­dad a nosotros, que permanecemos cómodamen­te en casa, mientras ellos se juegan la vida a cambio de una paga modesta, no por interés o afán de medrar, sino por convicción; un intangible que co­tiza a la baja en el mercado de valores vigente en esta sociedad, sin el cual, empero, ninguna empre­sa merecedora de ser recordada habría sido aco­metida jamás. Tal vez sea esa la razón de que esta vieja España, en la que la decencia y la brillantez constituyen obstáculos prácticamente insalvables para alcanzar el vértice del poder, no acometa em­presa alguna digna de pasar a la Historia.

       De todos los «espíritus» del Credo Legionario que tuve ocasión de escuchar en el transcurso de esa jornada inolvidable, uno me llamó especial­mente la atención: «El morir en el combate es el mayor honor. No se muere más que una vez. La muerte llega sin dolor y el morir no es tan horrible como parece. Lo más horrible es vivir siendo un co­barde».

      Esa misma tarde, la del sábado, estaba convoca­da en Bilbao una manifestación en favor de los te­rroristas presos. Una marcha etarra autorizada por el juez Gómez Bermúdez, contra la que únicamen­te las víctimas de los verdugos del hacha y la ser­piente, humilladas en lo más hondo por ese nuevo escarnio, habían alzado claramente la voz. Pensé en ellas, en todos aquellos a quienes ETA ha roba­do la vida en su intento de romper España, y tam­bién en los que han claudicado de un modo u otro ante esa banda asesina. ¿Qué es peor? Yo no creo que morir sea un honor ni sé si es horrible o no la muerte. Nadie ha regresado para contarlo. Conoz­co, eso sí, a muchos cobardes, y me consta lo ab­yecto de su condición. Seres dominados por el mie­do, huérfanos de honra, miserables. La antítesis del espíritu que habita en la Legión.



Isabel San Sebastián, ABC, 14 de enero de 2013